El Encaje: Historia y Definición

HISTORIA GENERAL DEL ENCAJE
LLAMAMOS «encaje» a un tejido decorativo y ornamental, de hilos finos (metal, seda, lino, algodón, etc.), que se fabrica con aguja, bolillos, ganchillo, o bien a máquina, sin que otro tejido o red independiente le sirva de apoyo. Las labores anudadas no quedan comprendidas dentro del concepto de «encaje», ni tampoco la de aguja, cuando viene ejecutada sobre malla o tela, pues se considera como bordado.
Entendemos por «encaje genuino» el elaborado a mano, con aguja o con bolillos.
Por «encaje antiguo» entiendo el encaje genuino, elaborado bajo la influencia de diversas condiciones artísticas, sociales y económicas, hasta la época de la revolución francesa. El último encaje antiguo que puede citarse es seguramente el confeccionado en el año 1840, en Valenciennes, para la duquesa de Nemours, por la señorita Glairo, de 66 años, en colaboración con otras encajeras que trabajaban con ella, casi todas ancianas de unos ochenta años de edad *. Los encajes antiguos son generalmente de hilo, raras veces de seda.
En los tiempos más remotos de la evolución humana las fibras textiles fueron utilizadas para la confección de objetos útiles o decorativos. Después que los hombres hubieron aprendido a torcer las fibras para convertirlas en hilo, pudieron aplicarlas a la fabricación de redes y tejidos. En estos últimos se sujetan un número determinado de hilos paralelos, la urdimbre, y un solo hilo, la trama, pasa alternativamente por encima y por debajo de ellos; cuando llega a un extremo, retrocede, para proceder en la misma forma, y así sucesivamente. Los bordes del tejido paralelos a la urdimbre son firmes, y al contrario, es menester asegurar los bordes por donde sobresalen los hilos de aquélla, con objeto de que no se deshaga. Los tejidos más antiguos que conocemos y que fueron hallados en tumbas egipcias, nos ofrecen ya una técnica muy perfecta. Los bordes se aseguraron o bien cosiéndolos con hilos especiales, o simplemente anudando los hilos colgantes, cosas ambas con frecuencia realizadas de un modo altamente artístico y complicado *. Carecemos de pruebas que permitan afirmar si este cosido, que se extendía también por la cara interior del tejido, y el anudado de los hilos sueltos llegaron a adquirir en la antigüedad la forma de lo que comprendemos bajo el concepto de encaje.
La gran habilidad conseguida por los antiguos egipcios en la fabricación de finísimos tejidos de lino se perdió en los siglos posteriores, si bien en Oriente el gusto por los tejidos delicados y las tradiciones de su confección se conservaron siempre.
Cuando también en Occidente se dejó sentir la necesidad de telas ligeras, decoradas a mano, no se limitó su trabajo, según podemos figurarnos por los restos conservados, a asegurar con la aguja los bordes de los tejidos de lino, sino que se hicieron en ellos calados, que luego se ensancharon y recibieron forma más complicada; finalmente, de la tela primitiva se sacaron hilos y los cortaron, y la red que quedaba se decoró con la aguja.
De este modo se formaron técnicas precursoras del encaje: el calado, el deshilado, el punto tagliato (láms. 1, 2, fig. 4) y la reficella o redecilla, punto a reticel/a (lám. 2, fig. 5).
Mientras en los calados sólo se sacan y cortan algunos hilos de la tela, en la refice/la se hace esto en mucho mayores proporciones. Queda sólo un armazón de pocos hilos, que se unen mediante un dibujo labrado con aguja. Por con siguiente, el punto a reficella es un calado más fino.
Finalmente, esta labor se desprendió por completo del tejido. Sobre un soporte rígido se sujetaron, por medio de varias puntadas, varios hilos o un cordoncillo, contorneando los motivos, y los espacios intermedios se llenaron con puntos diversos, siguiendo un dibujo determinado: es el llamado punto in aria, el verdadero y genuino encaje.
El calado había de someterse a la forma rectangular del espacio que llenaba, que era el que dejaron los hilos cortados de la tela. La reficella disponía de una mayor libertad, pudiendo describir circunferencias y arcos. El encaje, enteramente desligado del tejido, facilitó la transición a las espirales y guirnaldas.
En Italia se da generalmente el nombre de punto in aria a todos los encajes hechos exclusivamente con aguja, es decir, a los labrados sin una tela como base. Al mismo tiempo, esta denominación ha venido a indicar un género especial, que comprende los encajes a la aguja en su forma técnica más primitiva.
Este punto in aria propiamente dicho, pues en castellano carecemos de nombre para designarlo, se inicia con las formas geométricas de la reticella, y se desarrolla poco a poco formando estrechas guirnaldas (láms. 3-6).
En el siglo XVII éstas se ensanchan y aparecen grandes formas florales, de relieve muy pronunciado: es el punto fagliafo a fog/iami o encaje de Venecia al relieve (lám. 8, fig. 17). Le siguen el punto de rosa o rosalina, rosellino,
* BRAULICK, A/fügyptische Gewebe, Stuttgart, 1900.
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